Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: "Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis".
Mateo 27:24
Hoy sale en procesión el paso de la Sentencia, uno de los tradicionales de la Semana Santa gaditana, con una de las tallas más antiguas de nuestra ciudad, y es muy recomendable verlo a su salida por el Barrio de Santa María sea uno creyente o no, que esa es otra cuestión. Pero no quiero hoy hablar de los aspectos religiosos o populares, sobre lo que quiero llamar la atención es sobre la figura de Poncio Pilato, una de las tallas del paso y un personaje histórico famoso creo que a su pesar. Pilato era en aquellos tiempos el Pretor de Judea, un político profesional al que tocó bregar con un conflicto importante y que ha tenido una gran trascendencia histórica, el que enfrentó al stablishment de los judíos de entonces con un "rebelde" a la doctrina oficial. Fue un hombre al que las circunstancias colocaron entre tomar una decisión injusta, condenar un inocente, o aplacar un posible tumulto y desorden promovidos interesadamente. Ante esta tesitura actuó como un "político acomodaticio", como un hombre no comprometido. Su gesto de lavarse las manos es una reacción de cobardía, de temor ante una multitud enfurecida y ante un César, su superior político, que no destacaba precisamente por su comprensión y benevolencia.
Y lo que yo me pregunto, trasladando el caso a nuestros días, es si se puede servir a la vez al César y al pueblo que te vota. O dicho de otra manera ¿cómo compaginar la lealtad al partido en el que militas y crees, con la fidelidad al programa electoral que defiendes y a los votantes que creyeron en tí?. No es una cuestión frívola. Para mi el político debe lealtad a las siglas que le amparan y mantener una cierta disciplina que el partido necesita para conservar su coherencia. Sin embargo hay unos límites. Creo que es muy importante no ser un político burócrata, el que su profesión pasa por deber su nómina al partido, y poseer una independencia profesional apartada de la propia actividad política. Luego, no menos importante es mantener canales de contacto con la gente, con los ciudadanos, aparte de los oficiales del partido en el que militas. Independencia profesional y comunicación permanente son dos cualidades necesarias en la política actual que la ciudadanía demanda. El reto de los partidos es saber adaptarse a estas demandas, no vale lavarse las manos.
Y lo que yo me pregunto, trasladando el caso a nuestros días, es si se puede servir a la vez al César y al pueblo que te vota. O dicho de otra manera ¿cómo compaginar la lealtad al partido en el que militas y crees, con la fidelidad al programa electoral que defiendes y a los votantes que creyeron en tí?. No es una cuestión frívola. Para mi el político debe lealtad a las siglas que le amparan y mantener una cierta disciplina que el partido necesita para conservar su coherencia. Sin embargo hay unos límites. Creo que es muy importante no ser un político burócrata, el que su profesión pasa por deber su nómina al partido, y poseer una independencia profesional apartada de la propia actividad política. Luego, no menos importante es mantener canales de contacto con la gente, con los ciudadanos, aparte de los oficiales del partido en el que militas. Independencia profesional y comunicación permanente son dos cualidades necesarias en la política actual que la ciudadanía demanda. El reto de los partidos es saber adaptarse a estas demandas, no vale lavarse las manos.