“…Entonces uno de los Doce llamado Judas Iscariote fue donde los sumos
sacerdotes y les dijo: ¿Qué queréis darme? y yo os entregaré. Ellos le
asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una
oportunidad para entregarle…..”
“…Todavía estaba hablando, cuando llegó, uno de los Doce, acompañado de
un grupo numeroso de espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los
ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar les había dado la señal; aquel al
que yo le de un beso ese es, prendedle. Y al instante se acercó a Jesús y le
dijo: Salve Rabbi y le dio un beso.”
Evangelio de San Mateo.
Recordando el comienzo de la Semana Santa , me viene a la
mente uno de los episodios más curiosos; “la traición de Judas”, cuando este
delató a Jesús de Nazaret en el Huerto de Getsemaní, mediante un beso.
El nombre de Judas es el sinónimo más
popular de la traición, ¡anda que eres un Judas!. Cierto es que la traición se comete por
debilidad, por ambición o por cobardía, pero no menos cierto es que también se
comete por personas que no han llegado a comprender el tesoro de la amistad y
el compañerismo.
Decía Willian Shekespeare que “hay puñales en la sonrisa de los hombres que
cuanto más cercano, son más sangrientos”o aquel proverbio chino “es fácil esquivar la lanza, más no el puñal
oculto”.
Las acciones traidoras llevan implícita la deslealtad,
lógicamente para conseguir fines personales y ello produce un importante dolor,
porque es duro, muy duro, ya que la traición sucede cuando la persona traidora,
ha caminado junto a ti.
Y como le sucedió a Judas, finalmente
la persona que comete traición, nunca estará tranquila, pensando en su acción y
sobre todo en quien mañana le pagara con la misma moneda.
“Bruto, tu también hijo mío”
Julio Cesar.
Hay muchos Judas en este mundo de la política, son los llamados "arribistas", políticos y políticas de pacotilla, que sin profesión reconocida ni titulaciones que utilizar para poder conseguir una, pisotean a más no poder al que tiene al lado por temor a conseguir lo que ellos y ellas por méritos propios se encuentran incapaces de hacerlo. Sólo basta con identificarlos/as y apartarlos radicalmente.
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