La política no puede ser teatro. No puede ser sólo y exclusivamente marketing. Uno de los motivos por los que los nuevos partidos convencen en tiempo record a la ciudadanía es porque parecen cercanos, naturales, "gente corriente" como ellos se han definido. Y es que estoy segura de que si seguimos en la impostura continuada, poca alternativa podrá ver la gente en nosotros, en el Partido Socialista. En este sentido, demoledor me pareció el artículo que publicó Mercedes Morales en La Voz. "Fin del teatro de los pactos", lo tituló.
El pasado fin de semana asistimos a la puesta en escena de nuestro candidato a la Presidencia del Gobierno. Parece que los asesores programaron el espacio y los detalles: "¡esposa de bandera!". Se eligió el Teatro Circo Price de Madrid. Se determinó la utilización de la bandera constitucional, excluyendo nuestros símbolos: el puño y la rosa. Y se le dio especial relevancia a Begoña Gómez, como si lo importante fuera resucitar la espantosa y machista frase de "detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer".
No somos el sueño americano, no sentimos ni pensamos como ellos. Afortudamente en mi opinión. Por eso, respecto de Begoña, me remito a las palabras que Susana Díaz manifestó cuando aquella acompañó a Pedro Sánchez en la reunión con Ban Ki-Moon en abril. "Yo no lo haría", dijo Susana. Poner el foco en Begoña, tiene su reminiscencia ancestral, que yo, como muchas mujeres socialistas, detestamos.

Tengo claro que la puesta en escena ha sido para desvirtuar el mensaje de que pactamos con radicales y por la estrategia política de abrir el espacio para recuperar a los votantes de centro izquierda, pero ello no me impide decir lo que pienso. Y ésto no es contradictorio con el respeto a la bandera que supone la integridad de mi Estado. Naturalidad, eso es lo que deberíamos buscar, y en ella la recuperación de nuestra historia y sacar pecho con ella.
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