La respuesta no se hizo esperar. Francia bombardeó posiciones de DAESH en Siria. Hoy contaban los medios el número de yihadistas abatidos y el número de civiles perecidos por las bombas francesas y rusas. Viendo estos días todo lo acontecido y pensando en todo lo que queda por delante -aunque se nos venda como una gran victoria la muerte del cabecilla de los atentados de París- recordé el documental que proyectaron el año pasado en el Festival Alcances: "Guerras sucias (Dirty wars)". Lo hubiera puesto en esta entrada de estar permitida su difusión en nuestro país ¿Cuántas víctimas civiles se han producido en las operaciones de las fuerzas especiales norteamericanas con el objetivo de eliminar a un determinado miembro de Al-Qaeda? ¿Cuántos civiles iraquíes, afganos, sirios se han unido a los terroristas como consecuencia de esas víctimas colaterales que para la consecución del objetivo se ha producido? ¿Cuánto error en el transcurso de esta década? Sobre esto se reflexionaba en el documental. Ahora que las grandes potencias se vuelven a sentir vulnerables, ¿fue suficiente con atacar posiciones de la organización criminal se llame como se llame? Parece que no.
Todas las mañanas en la sala de profesorado de mi centro se conversa sobre la situación y se expresa el pánico, el terror, el miedo ante ella. Y entras en clase y compruebas que todo el alumnado sigue atónito cada una de las noticias que en el día anterior acontecieron y se emitieron en los medios de comunicación. Pero ahora, así lo percibo frente a lo sucedido en 2004, parece que hubiera una sensación de que los terroristas son invencibles, por el fanatismo demostrado. Y mientras tanto paso mis horas en las aulas debatiendo con mis alumnos y alumnas sobre la brecha salarial, sobre la necesidad de la reivindicación constante de sus derechos laborales, sobre los descansos y los días de vacaciones que tendrán en el momento de su incorporación al trabajo. Esta mañana se escuchó en una de las clases "como está la cosa, ofú picha a ver si llegamos a eso". "No lo dudes, claro que sí", contesté.
Todas las mañanas en la sala de profesorado de mi centro se conversa sobre la situación y se expresa el pánico, el terror, el miedo ante ella. Y entras en clase y compruebas que todo el alumnado sigue atónito cada una de las noticias que en el día anterior acontecieron y se emitieron en los medios de comunicación. Pero ahora, así lo percibo frente a lo sucedido en 2004, parece que hubiera una sensación de que los terroristas son invencibles, por el fanatismo demostrado. Y mientras tanto paso mis horas en las aulas debatiendo con mis alumnos y alumnas sobre la brecha salarial, sobre la necesidad de la reivindicación constante de sus derechos laborales, sobre los descansos y los días de vacaciones que tendrán en el momento de su incorporación al trabajo. Esta mañana se escuchó en una de las clases "como está la cosa, ofú picha a ver si llegamos a eso". "No lo dudes, claro que sí", contesté.
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