Así titula hoy el periódico El Mundo un artículo sobre el cuarto aniversario del 15 M. Aquellos y aquellas que aquel día de 2011 gritaban bajo la consigna de "no, no nos representan", hoy militan en una formación política o forman parte de agrupaciones de electores y concurrirán a las próximas elecciones municipales.
De todo movimiento se extraen consecuencias positivas y negativas. De las primeras, indudablemente, el revulsivo que ha supuesto para nuestro país, y más concretamente para nuestra ciudad, que la ciudadanía haya sabido canalizar su indignación. La creación de nuevas formaciones políticas ha sido una de ellas, pero también que a los dirigentes de las ya existentes les "tiemblen las canillas", se tienten las ropas y perciban en sus cogotes el aliento de a quienes llamaban de forma jocosa "perroflautas" (calificativo utilizado por un candidato actual). Las negativas, que aquel grito incentivó la desafección de los votantes, la concepción de que quienes formábamos parte de la instituciones no representábamos la democracia, la real, la verdadera. Un insulto para quienes se acercaron a las urnas. Dio igual que la canalización en aquel momento de la indignación no fuera a través del voto aquel 22 M y que ello supusiera que perdiéramos cuatro años. Quizás porque alguno de los candidatos actuales prefirió pasar el día en la playa.
Hoy, algunos de aquellos y aquellas se sientan en los parlamentos. Hoy, otros y otras forman parte de listas electorales y se sentarán en las instituciones que despreciaron. Hoy, aquellos y aquellas pedirán el voto con la mayor de las legitimidades de la democracia que para ellos y ellas no era real. Y es que aquella se sustenta sobre un principio fundamental: el pluralismo político. Esencial éste para el entendimiento y para nuestro crecimiento como sociedad.
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