El otro día escuché a Susana Díaz en la Ser. Inmejorable estuvo, con un discurso solvente y muy cercano. Decidida en cada una de las respuestas. La verdad es que me gustó muchísimo. Con ganas de arrasar convoque o no las elecciones autonómicas anticipadamente.
Hoy la he visto en las imágenes en su visita a Marruecos. Voló a un país con el que estamos obligados a entendernos. Prueba de ello son las licencias que se acaban de conceder y que permitirán que los barcos andaluces puedan faenar en los caladeros marroquíes. Pero al ver a Susana cubierta con el velo, no he podido dejar de acordarme de la polémica que surgió en nuestro país en 2010 tras la decisión de un centro público de expulsar a una alumna marroquí que empezó a ir a las clases cubierta con velo. Esa noticia tuvo una decisión judicical. La niña no podría asistir a clase mientras no se quitara esa prenda de significado religioso y atentatorio a la libertad de las mujeres. Y así fue. Najwa fue apartada de las clases. Tenía 16 años. El juego entre el derecho a la educación y la libertad religiosa, se tornó excluyente. Y si se ejercía el segundo, se perdía el primero.
Entiendo que pudiera ser un gesto de cortesía de la Presidenta. Pero también lo considero innecesario e incongruente con nuestros posicionamientos sobre el significado del uso del velo islámico y porque este hecho puede ser considerado como la aceptación de esta prenda que determina lo moralmente correcto para las mujeres en el mundo musulmán. Por eso, he de decir que no me gusta ningún velo.
Entiendo que pudiera ser un gesto de cortesía de la Presidenta. Pero también lo considero innecesario e incongruente con nuestros posicionamientos sobre el significado del uso del velo islámico y porque este hecho puede ser considerado como la aceptación de esta prenda que determina lo moralmente correcto para las mujeres en el mundo musulmán. Por eso, he de decir que no me gusta ningún velo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario