Ayer se cumplieron diez años de la tragedia de Rota. Todos recordaremos por muchos años las imágenes de esa tragedia. Por motivos laborales no pude acudir a los actos organizados por la Asociacion Pro Derechos Humanos. Espeluznante escuchar las grabaciones de esa noche en las que se reconocía por las fuerzas y cuerpos de seguridad que no se disponía de efectivos ni de embarcaciones necesarias para efectuar el rescate. Cada una de las personas que aquella noche perecieron, los 37, vivieron sin oportunidad a un futuro mejor, y se encontraron en su tragedia con un primer mundo que carecía de lo necesario para salvar sus vidas: de recursos, pero lo mas fundamental, de humanidad. Este trágico acontecimiento provocó que los flujos migratorios se trasladaran a las Islas Canarias y cuando se intensificaron los controles sobre las islas, quienes huían de la miseria, de conflictos bélicos, quienes ansiaban vivir en un mundo mejor, y quienes traficaban y trafican con sus esperanzas e ilusiones buscaron nuevas rutas. Ahora Italia está en el punto de mira de esta situación tras la tragedia de Lampedusa. Pero la realidad sigue siendo la misma: las desigualdades sociales, el hecho de que las personas están severamente condenadas a vivir en circunstancias diferentes por el simple hecho del lugar en el que han nacido, y el desgraciado empeño de algunos de criminalizar a los inmigrantes, bueno, solo a algunos porque las leyes migratorias no son para quienes entran en nuestro país por la puerta grande. Las cifras nos delatan. ¡Cuantos habrán perecido sin que nos enteremos!
Descansen en paz.
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